Llegué a casa empapada y estornudando. No había nadie, hacía tiempo que vivía sola, mi madre se marchó por motivos de trabajo y aún no ha vuelto, llama todos los meses para dar señales de vida y decirme que volverá pronto, pero yo se que jamás volverá, por lo menos yo no estaré aquí para verlo. De mi padre no se nada desde que tenía cinco años y se marchó con su secretaria.
Mi vida nunca ha sido un camino de rosas, las marcas en mi antebrazo lo demuestra, pero siempre he conseguido ocultarlo a los demás. Hasta hoy.
Aquel hombre sabía cómo me sentía y sus palabras me hicieron desmoronarme: "Se cómo te sientes y se cual es la solución". No podía ser tan fácil, no podía ser tan rápido, pero me tentaba la espectativa de poder acabar con todo mi dolor.
Sentada en el sofá, sin siquiera quitarme la ropa empapada, pensé sobre ello, con la tarjeta de aquel hombre en la mano. En verdad no podía perder nada por ir a la cita.
Ahora estoy en la estación acompañda de ese hombre, que me guía junto con otras dos chicas que se encontraban en mi misma situación. Me acabas de ver y lo se, pero no voy a mirarte, porque se que romperé a llorar simplemente puedo decirte "Adiós". Tu mirada es interrogante, has distinguido estas tímidas lágrimas que empezaron a caer cuando nos hemos cruzado.
Ya sabías a donde iba y que jamás volverías a verme, pero no hiciste nada porque no sabías como reaccionar. Conocías mi dolor, pese ha habertelo ocultado.
Dentro de un par de minutos mi vida acabará, ya casi no noto mis piernas y mal que me pese, me siento feliz y en mi cara se distingue una sonrisa, junto a las lágrimas que fue lo último que viste de mi.
0 comentarios:
Publicar un comentario